Los aventureros regresan a Ababwa, donde consiguen camellos para volver al pedregal de las Urnas. Desde allí entrarán en el río subterráneo que les permitirá atravesar el desierto de forma segura, sin que les persiga la tormenta de arena. Todo transcurre sin inconvenientes hasta que una vez llegan al río subterráneo Abdel siente que algo tira de él. No es una de las llaves de Mahkra, es algo más poderoso. Todos deciden acompañar a Abdel, llevados por su curiosidad, acabando frente a las puertas de Abdel Sabur.
Solo el brazo de Abdel si ben puede abrir estas puertas
Es lo que reza tallado en las enormes y pesadas puertas de madera que cierran el antiguo reino de Abdel Sabur. Abdel abre las puertas con un sencillo empujón. El interior se encuentra sumido en una densa oscuridad que a duras penas logra disiparse con la mas brillante de las luces.
La ciudad subterránea resulta un laberinto de paredes enfermas, cubiertas de podredumbre y corrosión, similar a las marcas de Mahkra, aunque en la roca. Abdel se dirige al centro de la ciudad, como sumido en un trance. Allí descubren un mirador en un extraño puerto con un pequeño altar y seis piedras de sacrificios. Seis brujas flotan alrededor del puerto murmurando el nombre de Abdel, maldiciendo lo que les hizo. Casi sin darse cuenta se encuentran luchando contra las brujas mientras Abdel va recuperando poco a poco la memoria. Fue él quién sacrificó a sus concubinas. Buscaba la inmortalidad y un oscuro brujo llamado Jaffar le proporcionó la forma de obtenerla. Debía sacrificar su bien mas preciado y a cambio obtendría la vida eterna. Con cada muerte de una concubina, el mal de Aswad iba propagándose, enfermando primero a su ciudad y mas tarde al resto de Mahkra.
El combate con las concubinas a punto está de cobrarse la vida de los aventureros, pero las numerosas pociones curativas que obtuvieron en Ababwa les salvan de una muerte segura. Con la muerte de cada concubina, cada una de las piedras de sacrificios desaparece y reciben palabras de gratitud de las esposas del sultán. Cuando todo ha acabado parte de la oscuridad de Abdel sabur desaparece.
Tras un merecido descanso los aventureros abandonan la ciudad de Abdel Sabur y prosiguen la búsqueda de las llaves. Abdel Si Ben está taciturno y cabizbajo, accediendo cada vez mas claramente a sus recuerdos.
Desde el río subterráneo llegan a las ruinas del harem de Sardanapalo, donde se ocultan los piratas de las dunas y donde se encuentra una de las llaves en la tienda roja de Raïs, el jefe de los piratas. Los aventureros deciden enviar a negociar al hechicero del grupo, que gracias a su don de gentes, la magia y su saber hacer hace un trato con el Jefe Raïs. El djinn de su espada por la cura de la plaga de la que adolece su Hija y ¿amante?
Con la penúltima de las llaves llegan a la sala de los golems, donde el agua fluye hacia arriba. Las estatuas se encuentran arrodilladas y les franquean el paso. desde allí llegan a la sala de las fuentes. Antes de usar ninguna llave Abdel sale al exterior, a las ruinas de Al huevar, donde encuentra oculta la ultima de las llaves. Con todas en su poder el tatuaje está completo y acciona cada una de las cerraduras que ponen en marcha un extraño mecanismo. Las columnas que no llegaban al techo comienzan a ascender penetrándolo y horadándolo, hasta salir al exterior, mientras que el agua de las fuentes fluye descontrolada inundando rápidamente la sala. Los aventureros se dirigen sin demora a la losa que da acceso al tesoro, que Abdel puede abrir sin problemas. Tras interminables escaleras descubren el ansiado tesoro de Mahkra, una montaña de monedas que se extiende hasta donde alcanza la vista en una colosal caverna que alberga además un poderoso navío. El tesoro está inundándose a gran velocidad, como el resto de las salas, por lo que los aventureros corren a embarcar en el navío rescatando todo el tesoro del que son capaces. La caverna comienza a derrumbarse y el barco extiende sus velas para salir al exterior, el Mahkra, poco a poco va tornándo de desierto a mar y mientras salen a la superficie Abdel termina por recordar
-Mi mas preciado tesoro, el mar de Mahkra, eso fue lo que tuve que sacrificar para obtener la inmortalidad.
El mar de Mahkra va recuperando la extensión que tenia hace un milenio. Los aventureros cuentan y reparten el tesoro que han podido recuperar. Abdel con lágrimas en los ojos, siente que al fin vuelve a ser mortal. Aun quedan horas antes de que el navío pueda navegar por el creciente mar de Mahkra. Pero en peores circunstancias se han encontrado. Así finalizan las crónicas en las Arenas de Mahkra.
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